jueves, 26 de diciembre de 2013

Cómo Google nos ha trastornado el cerebro




Hay días en que uno se levanta, abre los ojos, y se pregunta cosas como...¿de verdad el color del sudor de los hipopótamos es rosa? o... ¿habrá algún estudio sobre si la avispa tiene mala leche por naturaleza? o...¿cómo se llamaba la película esa de ciencia ficción del canijo que hizo El Último Samurai? Son preguntas que nos inquietan, nos desvelan, nos...bueno, quizás no tanto. Pero nos molestan lo suficiente como para alargar el brazo y buscar a tientas el móvil (tirando tódo lo que haya sobre la mesilla), abrir el explorador, y teclear "google" en la barrita...si no lo tenemos ya como página principal. -Los usuarios de Yahoo, por favor, que se dirijan a otros blogs.-

Resulta razonable pensar que antes de que Google existiera la gente también sentía la necesidad de resolver pequeñas preguntas. ¿Quién satisfacía esa necesidad? Según Daniel M. Wegner y Adrian F. Ward (Doctorado en Psicología de la Memoria en Harvard y su pupilo, respectivamente), los amigos. Claro que no hace falta tener un doctorado en Harvard para darse cuenta que antes uno tenía un amigo friki que sabía todos los directores de todas las películas de ciencia ficción, otro que era un fanático de los coches y te decía con sólo oir el motor dónde podía estar el problema...Y los médicos de cabecera, ¡qué maravilla! No tenían que convencernos de que no sufríamos esa rara enfermedad africana de la que presentamos dos síntomas cuando llueve, y otros dos cuando nos acabamos de despertar y aún no hemos desayunado.

Desde que el mundo el mundo, el ser humano es vago, y es más sencillo desplazar la responsabilidad de tener ciertos conocimientos a elementos del grupo social que tratar de asimilarlos todos. La tendencia de distribuir información en nuestro entorno es lo que se llama "Sistema de transacción de memoria", y se desarrolló en un mundo en que las principales interacciónes eran cara a cara; un mundo que ya no existe. Con el desarrollo de Internet, señalan Wegner y Ward, la mente humana ha sido reducida de central eléctrica a una pila recarcable del tres al cuarto. Ahora nuestro gran amigo sabelotodo se llama Google, y como no pide nada a cambio, no tenemos necesidad de especializarnos en nada.

Sin querer aburriros con detalles estadísticos y datos de estudios, en resumen la introducción de Google, y otros sistemas de búsqueda, en nuestro entorno ha producido un gran impacto sociológico. Internet es lo que primero viene a la mente a la mayor parte de encuestados cuando les preguntan algo que no saben. La conexión casi permamente ha cambiado cómo nos vemos a nosotros mismos, a la vez que la línea entre memoria personal e información obtenida instantáneamente de Internet se difumina. Para colmo, se ha demostrado que a la mayor parte de entrevistados les cuesta mucho más esfuerzo retener algo en la memoria cuando hay un aparato electrónico delante de ellos.

Y es que, señores, resulta más sencillo buscar algo en Google que tratar de recordarlo. Es por eso que Wegner y Ward señalan que vivimos en una sociedad en que el individuo cree saber más de lo que realmente sabe, ya que toma como propia una porción de la información almacenada en Internet. Y no acaba ahí la cosa, han demostrado que el individuo tiene la ilusión de que es su propia capacidad mental la que produce la información, a pesar de que la busque en Internet.

Hago una llamada por tanto a todos aquellos (todos) que estamos en proceso de ser sumergidos en esa gran entidad llamada Internet. Urguemos un poco en nuestro cerebro antes de teclear esto o aquello en la gran red. ¡Mantengamos la capacidad de retener! (valga la redundancia).



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